Vincent van Gogh. Autorretrato (1886). |
Me gusta su cara
ancha, de pómulos salientes, siempre pálida y desgraciada. En ella se refleja,
como en un espejo, un alma atormentada por la lucha y el prologando terror. Sus
muecas son extrañas y enfermizas, pero los finos trazos que el profundo sufrimiento
ha grabado en su rostro son severos e inteligentes, y en los ojos hay un brillo
cálido y sano. Me gusta todo de él, educado, servicial e inusitadamente delicado
en su trato con todos, menos con Nikita. Cuando a alguien se le cae un botón o
una cuchara, salta rápidamente de la cama y lo recoge. Cada mañana saluda con
un buenos días a sus compañeros, y al acostarse les desea buenas noches.
Antón Chéjov. El pabellón número 6 (1892).
No hay comentarios:
Publicar un comentario