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lunes, 31 de agosto de 2015

Hermann Hesse: solo juzgarse a uno mismo

Nilolaí Roerich. San Procopio el Justo bendice a los viajeros desconocidos (1914).
No tengo ningún derecho a juzgar la vida de los otros. Solo debo juzgarme a mí mismo y elegir o rechazar en función de mi persona.

Hermann Hesse. Siddhartha (1922).

jueves, 23 de agosto de 2012

Hermann Hesse: la mejor idea de Siddhartha

Erte. Número 8.

—(…) También he encontrado otra idea que acaso tú, Govinda, vuelvas a tomar por broma o por locura, pero que es la mejor de todas mis ideas. Hela aquí: lo contrario de toda verdad es también verdadero. Me explico: una verdad solo se puede enunciar y traducir en palabras cuando es unilateral. Y unilateral es todo cuanto puede concebirse con ideas y expresarse con palabras: es todo unilateral, todo mitad, todo desprovisto de totalidad, de redondez, de unidad. Cuando el sublime Gotama hablaba del mundo en sus prédicas, tenía que dividirlo en sansara y nirvana, en ilusión y en verdad, en sufrimiento y liberación. Imposible hacerlo de otro modo, no hay otro camino para quien quiera enseñar. Pero el mundo en sí mismo, lo que existe a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos, nunca es unilateral. Nunca un hombre o una acción cualquiera es del todo sansara o del todo nirvana; nunca un hombre es totalmente santo o totalmente pecador. Nos parece que así fuera, porque vivimos bajo la ilusión de que el tiempo es algo real. El tiempo no es real, Govinda, y esto es algo que he experimentado repetidas veces. Y si el tiempo no es real, la distancia que parece mediar entre el mundo y la eternidad, entre el sufrimiento y la bienaventuranza, entre el bien y el mal, es también una ilusión.

Hermann Hesse. Siddhartha (1922).

martes, 21 de agosto de 2012

Hermann Hesse: ¿de qué sirve ayunar?

Nikolái Roerich. Alma bendita (1924).

   —Pero permíteme: si no posees nada, ¿qué cosas quieres dar?
   —Cada cual da lo que tiene. El guerrero da su fuerza; el mercader, su mercancía; el maestro, sus conocimientos; el campesino, su arroz; el pescador, sus peces.
   —Muy bien. Y ahora dime ¿qué es lo que tú puedes dar? ¿Qué has aprendido? ¿Qué sabes hacer?
   —Sé meditar, esperar y ayunar.
   —¿Es todo?
   —Sí, creo que es todo.
   —¿Y de qué te sirve? El ayuno, por ejemplo, ¿para qué es útil?
   —Es muy útil, señor. Cuando un hombre no tiene qué comer, lo más inteligente será que ayune. Si, por ejemplo, Siddhartha no hubiera aprendido a ayunar, ahora tendría que aceptar cualquier empleo, en tu casa o en otra parte, pues el hambre lo impulsaría a ello. Pero al ser como es, Siddhartha puede esperar tranquilamente, pues desconoce la impaciencia y la necesidad; puede aguantar el asedio del hambre largo tiempo, y encima reírse de él. Para eso, señor, sirve el ayuno.

Hermann Hesse. Siddhartha (1922).