Károly Ferenczy. Orpheus (1894). |
Yo no sufro este
dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni
como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este dolor como católico, como
mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo,
también sufriría este mismo dolor. Si no fuese artista, también lo sufriría. Si
no fuese hombre ni ser vivo siquiera, también lo sufriría. Si no fuese
católico, ateo ni mahometano, también lo sufriría. Hoy sufro desde más abajo.
Hoy sufro solamente.
Me duelo ahora
sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo, que no tuvo ya causa ni carece de
causa. ¿Qué sería su causa? ¿Dónde está aquello tan importante, que dejase de
ser su causa? Nada es su causa; nada ha podido dejar de ser su causa. ¿A qué ha
nacido este dolor, por sí mismo? Mi dolor es del viento del norte y del viento del
sur, como esos huevos neutros que algunas aves raras ponen del viento. Si
hubiera muerto mi novia, mi dolor sería igual. Si la vida fuese, en fin, de
otro modo, mi dolor sería igual. Hoy sufro desde más arriba. Hoy sufro
solamente.
Miro el dolor
del hambriento y veo que su hambre anda tan lejos de mi sufrimiento, que de
quedarme ayuno hasta morir, saldría siempre de mi tumba una brizna de yerba al
menos. Lo mismo el enamorado. ¡Qué sangre la suya más engendrada, para la mía
sin fuente ni consumo!
Yo creía hasta
ahora que todas las cosas del universo eran, inevitablemente, padres o hijos.
Pero he aquí que mi dolor de hoy no es padre ni es hijo. Le falta espalda para
anochecer, tanto como le sobra pecho para amanecer y si lo pusiesen en la
estancia oscura, no daría luz y si lo pusiesen en una estancia luminosa, no
echaría sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente.
César Vallejo. Voy a hablar de la esperanza.
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