Albert Bierstadt. Sundown at Yosemite (1863). |
Sentados al borde de un barranco, Nikolái y Olga veían
cómo se ponía el sol, cómo el cielo, dorado y purpúreo, se reflejaba en el río,
en los ventanales del templo y en todo aquel aire suave, tranquilo e
indeciblemente puro que nunca hay en Moscú. Cuando el sol se puso, pasó entre
mugidos y balidos el rebaño; de la otra orilla llegaron volando los gansos, y
todo quedó en silencio. La tibia luz se fue apagando en el aire y avanzó veloz
la oscuridad nocturna.
Antón Chéjov. Campesinos (1897).
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