Anton van Dyck. Cabeza de un ladrón (1617-1618). |
Andrés asió de su pan y queso y, viendo que nadie le daba
otra cosa, abajó su cabeza y tomó el camino en las manos, como suele decirse.
Bien es verdad que, al partirse, dijo a don Quijote:
—Por amor de Dios, señor caballero andante, que si otra
vez me encontrare, aunque vea que me hacen pedazos, no me socorra ni ayude,
sino déjeme con mi desgracia, que no será tanta, que no sea mayor la que me
vendrá de su ayuda de vuestra merced, a quien Dios maldiga, y a todos cuantos
caballeros andantes han nacido en el mundo.
Íbase a levantar don Quijote para castigalle, mas él se
puso a correr de modo que ninguno se atrevió a seguille. Quedó corridísimo don
Quijote del cuento de Andrés, y fue menester que los demás tuviesen mucha
cuenta con no reírse, por no acaballe de correr del todo.
Miguel de Cervantes. El ingenioso hidalgo don Quijote de
la Mancha, capítulo XXXI (1605).
No hay comentarios:
Publicar un comentario