William Turner. La caída de una avalancha en los Grisones (1810). |
Al principio la Fe movía montañas solo cuando era
absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo
durante milenios.
Pero cuando la
Fe comenzó a propagarse y a la gente le
pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de
sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había
dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las
que resolvía.
La buena gente
prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo
general en su sitio.
Cuando en la
carretera se produce un derrumbe bajo en el cual mueren varios viajeros, es que
alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de Fe.
Augusto Monterroso. La Fe y las montañas (1969).
Martín, te felicito por tu blog y la escogencia de los textos, como buenos perfumes, pequeños y concentrados en calidad.
ResponderEliminarSaludos desde Caracas
Gracias. Me alegra saber que el blog te resulta interesante.
EliminarSaludos.