Corneliu Baba. El rey loco (1986). |
Esta mañana pasé un buen rato sentado tranquilamente. El
viejo Chen me trajo mi comida: un plato de legumbres y otro de pescado cocido
al vapor. Los ojos del pescado eran blancos y duros; tenía la boca
entreabierta, igual que esa banda de comedores de hombres. Después de probar
algunos bocados de esa carne viscosa, no sabía ya si estaba comiendo pescado o
carne humana, de suerte que vomité con asco.
Dije:
—Mi viejo Chen,
anda a decirle a mi hermano que me ahogo aquí y que quisiera salir a pasear por
el jardín.
El viejo Chen se
alejó sin responder, pero un poco después volvió a abrirme la puerta.
No me moví,
preguntándome qué iban a hacer, porque sabía muy bien que no iban a dejarme
libre. Efectivamente, mi hermano se acercaba con un viejo que caminaba a pasos
lentos. Ese hombre tenía una mirada terrible, pero como temía que yo me diera
cuenta, bajaba la cabeza hacia el suelo y me miraba a hurtadillas, por encima
de sus anteojos.
—Tienes un
aspecto magnífico —me dijo mi hermano.
—Sí —respondí.
—Le he pedido al
señor Jo que viniera a examinarte —siguió diciendo.
Respondí:
—¡Que lo haga! —¡pero
yo sabía muy bien que ese viejo no era otro que el verdugo disfrazado!
So pretexto de
tomarme el pulso quería calcular mi grado de corpulencia y seguramente iban a
darle un pedazo de mi carne en pago de sus servicios. Yo no tenía miedo; aunque
no como carne humana, me creo más valiente que esos caníbales. Tendí ambos
puños y esperé lo que iba a seguir. El viejo se sentó, cerró los ojos, me tomó
largamente el pulso, permaneció un instante silencioso y luego, abriendo los
ojos diabólicos, dijo:
—No se deje
llevar por su imaginación. Algunos días de tranquilidad y reposo y se repondrá.
¡No dejarse
llevar por la imaginación! ¡Tranquilidad y reposo! Evidentemente, cuando yo
estuviera bien cebado, tendrían más que comer. Pero ¿qué ganaría yo? ¿Era eso
lo que iba a "reponerme"? A esos caníbales les gusta comer hombres,
pero obran en secreto, tratando de salvar las apariencias, y no se atreven a
actuar directamente. ¡Es para morirse de la risa! No pudiendo aguantarme, me
eché a reír a carcajadas, porque eso me divertía una enormidad. Yo sé que en mi
risa vibraban el valor y la justicia. El viejo y mi hermano palidecieron,
aplastados por el valor y la justicia de que yo hacía gala.
Pero justamente
porque soy valiente, tendrán aún más ganas de devorarme, para adquirir parte de
mi coraje. El viejo dejó mi habitación y apenas se habían alejado un poco, dijo
a mi hermano en voz baja: "Engullirlo en seguida". Mi hermano bajó la
cabeza en señal de asentimiento. ¡Tú estás también en esto! Este extraordinario
descubrimiento, aunque imprevisto, no me asombró, sin embargo, excesivamente:
¡mi hermano formaba parte de la banda de caníbales que quería devorarme!
¡Mi hermano es un
comedor de hombres!
¡Soy hermano de
un comedor de hombres!
¡Podré ser
devorado por los hombres, pero no por eso dejo de ser hermano de un comedor de
hombres!
Lu Xun. Diario de un loco (1918).
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