viernes, 8 de febrero de 2013

Mary Shelley: la amistad

Edgar Degas. Seis amigos del artista (1885).

Le hablé del ansia de hallar un amigo, de mi anhelo de concertar una más íntima relación de simpatía con un espíritu fraterno; y expresé mi convicción de que un hombre no podía vanagloriarse de haber conocido la verdadera felicidad si no había gozado de esta bendición.
   “Coincido con usted”, replicó el forastero. “Somos criaturas toscas e incompletas si alguien más sensato, mejor, más valioso que nosotros mismos –como debe serlo un amigo– no nos presta ayuda para perfeccionar nuestra naturaleza débil y defectuosa. Antaño tuve un amigo, la más noble de las criaturas humanas, y por lo tanto tengo derecho a emitir opinión sobre la amistad. Usted tiene esperanza y el mundo se abre a sus esfuerzos, de modo que no hay motivo para desesperarse. Pero yo... yo lo he perdido todo, y no puedo empezar de nuevo a vivir”.

Mary Shelley. Frankenstein (1818).

2 comentarios:

  1. La amistad en cierto modo hace que nos olvidemos que al mundo venimos solos y partimos de él igualmente solos. Lo malo es constatar esa certeza.

    Buena entrada. Un saludo.

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    1. Tienes razón. Disfrutando de las afinidades las personas olvidan su precaria condición y su insalvable destino.

      Gracias por el comentario. :)

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