Edgar Degas. Seis amigos del artista (1885). |
Le hablé
del ansia de hallar un amigo, de mi anhelo de concertar una más íntima relación
de simpatía con un espíritu fraterno; y expresé mi convicción de que un hombre no
podía vanagloriarse de haber conocido la verdadera felicidad si no había gozado
de esta bendición.
“Coincido con usted”, replicó el forastero.
“Somos criaturas toscas e incompletas si alguien más sensato, mejor, más valioso
que nosotros mismos –como debe serlo un amigo– no nos presta ayuda para
perfeccionar nuestra naturaleza débil y defectuosa. Antaño tuve un amigo, la
más noble de las criaturas humanas, y por lo tanto tengo derecho a emitir
opinión sobre la amistad. Usted tiene esperanza y el mundo se abre a sus
esfuerzos, de modo que no hay motivo para desesperarse. Pero yo... yo lo he
perdido todo, y no puedo empezar de nuevo a vivir”.
Mary
Shelley. Frankenstein (1818).
La amistad en cierto modo hace que nos olvidemos que al mundo venimos solos y partimos de él igualmente solos. Lo malo es constatar esa certeza.
ResponderEliminarBuena entrada. Un saludo.
Tienes razón. Disfrutando de las afinidades las personas olvidan su precaria condición y su insalvable destino.
EliminarGracias por el comentario. :)