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Prisionero de guerra alemán capturado por los Aliados en Países Bajos (abril de 1945). |
En octubre o noviembre de 1942, mi hermano
Friedrich pereció en la segunda batalla de El Alamein, en los arenales
egipcios; un bombardeo aéreo, meses después, destrozó nuestra casa natal; otro,
a fines de 1943, mi laboratorio. Acosado por vastos continentes, moría el
Tercer Reich; su mano estaba contra todos y las manos de todos contra él.
Entonces, algo singular ocurrió, que ahora creo entender. Yo me creía capaz de
apurar la copa de la cólera, pero en las heces me detuvo un sabor no esperado,
el misterioso y casi terrible sabor de la felicidad. Ensayé diversas
explicaciones; no me bastó ninguna. Pensé: Me
satisface la derrota, porque secretamente me sé culpable y solo puede redimirme
el castigo. Pensé: Me satisface la
derrota, porque es un fin y yo estoy muy cansado. Pensé: Me satisface la derrota, porque ha ocurrido,
porque está innumerablemente unida a todos los hechos que son, que fueron, que
serán, porque censurar o deplorar un solo hecho real es blasfemar el universo.
Esas razones ensayé, hasta dar con la verdadera.
Jorge Luis Borges. Deutsches Requiem (1949).
Mirando la imagen que has puesto la única razón que me parece apropiada es: "Me satisface la derrota, porque es un fin y yo estoy muy cansado." En cierto modo es como aceptar darse por vencido pero aún así sentir un poco de felicidad o satisfacción por la derrota.
ResponderEliminarPor cierto, la imagen es horrible, no me gusta nada, aunque supongo que es apropiada para el fragmento.
Un besito =P
Sí, el personaje llega a sentir una oscura satisfacción por la derrota en la guerra y la consecuente debacle de sus credos: su nación y su ideología.
ResponderEliminarHabiendo perdido todo, hace ejercicios mentales con los que pretende demostrar su conformidad con la infausta situación en la que se encuentra.