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Ernesto Sabato. Dostoievski. |
VI
¡Ah, si solo hubiese sido un perezoso! ¡Cómo me habría
respetado a mí mismo! Me habría respetado porque me habría visto capaz, por lo
menos, de tener pereza, porque habría poseído una cualidad definida y la
seguridad de poseerla. Pregunta: ¿quién eres? Respuesta: ¡un perezoso! Habría
sido verdaderamente agradable oírse llamar así. Quedas definido claramente:
hay, pues, algo que decir de tu persona... «¡Oh perezoso!» ¡Es un título, una
función, una carrera, señores! No se rían; es así. Entonces yo habría sido por
derecho propio miembro del primer club del universo y habría pasado la vida
respetándome. Conocí a un señor que se sentía orgulloso de llamarse Laffitte.
Consideraba esta particularidad como una gran virtud, y no dudó nunca de sí
mismo. Murió con la conciencia no sólo tranquila, sino triunfante, y tenía
motivos para ello. Si yo hubiese sido un perezoso, me habría elegido una
carrera: habría sido perezoso y gastrónomo; no un glotón vulgar, sino un
regalón que se interesaría por «todo lo bello y sublime». ¿Qué les parece a
ustedes? Hace ya mucho tiempo que pienso en esto. «Lo bello y lo sublime»
gravitan pesadamente sobre mi nuca desde que tengo cuarenta años! Pero ¿qué
habría ocurrido antes? ¡Antes habría sido todo distinto! Habría encontrado en
seguida una actividad adaptada a mi carácter; por ejemplo, beber a la salud de
todas las cosas «bellas y sublimes». Habría aprovechado todas las ocasiones de
beber por «lo bello y lo sublime» después de haber dejado caer alguna lágrima
en mi copa. Habría convertido todas las cosas en «bellas y sublimes »; habría
descubierto «lo bello y lo sublime» incluso en las basuras más evidentes;
habría vertido lágrimas a raudales como el líquido que sale de una esponja. Un
pintor, por ejemplo, pinta un cuadro digno de Ghé, e inmediatamente bebo a la
salud del artista, porque adoro todo lo que es «bello y sublime». Un poeta
escribe ¡Cómo gusta a todos!, y bebo al punto a la salud de todos, porque
adoro «lo bello y lo sublime». Esto me procurará el respeto general. Exigiré
ese respeto; perseguiré con mi cólera al que me lo niegue. Así, habría vivido
apaciblemente y muerto solemnemente. ¿No es admirable? ¿No es exquisito? Y
habría dejado que se me desarrollara un vientre tan opulento, una nariz tan
grasienta y un mentón tan redondeado, que el mundo habría exclamado al verme:
«¡He ahí un hombre verdadero, un ser positivo!». Digan ustedes lo que digan, es
muy agradable oírse llamar cosas semejantes en nuestro siglo tan esencialmente
negativo.
Fiódor Dostoyevski. Memorias del subsuelo (1864).
Esta, es una profesión que no pierde vigencia con el paso del tiempo. Podremos trivializar con la denominación, pero siempre existirá.
ResponderEliminarMuy buena entrada. Saludos ;)
Ya lo creo. Pero también es necesario que existan personas o personajes que hablen del tema como lo hizo Dostoyevski en su momento, especialmente por estos lares, donde criticar a la comida peruana y la glotonería de su gente es una auténtica herejía. xD
EliminarGrande dostoyevski. Buena entrada!
ResponderEliminarGracias por el comentario. Me alegra que te agrade la entrada.
Eliminar"Un pintor, por ejemplo, pinta un cuadro digno de Ghé."
ResponderEliminar¿Cuales son los cuadros dignos de Ghé?
sé que esta denominación es despectiva como diciendo es un cuadro muy malo pero quisiera saber de donde la fuente de la traducción.
El escritor hace una referencia al pintor Nikolái Ge. Saludos.
Eliminarhttp://en.m.wikipedia.org/wiki/Nikolai_Ge