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Paul Delvaux. El espejo (1939). |
La invención del
alma por el hombre se insinúa cada vez que surge el sentimiento del cuerpo como
parásito, como gusano adherido al yo. Basta sentirse vivir (y no solamente
vivir como aceptación, como cosa-que-está-bien-que-ocurra) para que aun lo más
próximo y querido del cuerpo, por ejemplo la mano derecha, sea de pronto un
objeto que participa repugnantemente de la doble condición de no ser yo y de
estarme adherido.
Trago la sopa.
Después, en medio de una lectura, pienso: «La sopa está en mí, la tengo en esa bolsa que no veré jamás, mi estómago». Palpo
con dos dedos y siento el bulto, el removerse de la comida ahí dentro. Y yo soy
eso, un saco con comida adentro.
Entonces nace el
alma: «No, yo no soy eso».
Ahora que
(seamos honestos por una vez)
sí, yo soy eso.
Con una escapatoria muy bonita para uso de delicados: «Yo soy también eso». O un escaloncito más: «Yo
soy en eso».
Julio Cortázar. Rayuela (1963).
Me encanta la pintura. Es preciosa. Una muestra clara de la diferencia que hay entre nuestra apariencia externa y lo que realmente somos por dentro, la esencia. Que penita que ya se está terminando el mes de Rayuela.
ResponderEliminarUn beso =)
Ya se acabó el mes, pero quizás vengan citas más interesantes.
EliminarCreí apropiada esa pintura para el fragmento. Me alegra que te guste. :)
Pues si dejamos de creer en el alma, apaga y vámonos.
ResponderEliminarAunque la sopa, a veces, levanta el alma.
Me encanta Delvaux y Córtazar en sus poemas
Me gustaría creer que somos algo más que este cuerpo. Afortunados los que pueden creer en el alma.
EliminarTambién me gusta mucho Delvaux.
Saludos.