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Albert Anker. Un niño escribiendo. |
Ivan quería expresar su admiración por el presidente. (...) En realidad, la admiración por el presidente se había institucionalizado. Los colegiales de todo el país tenían que escribirle una carta al presidente con motivo de su cumpleaños, el 25 de mayo, día de la Juventud. (...) Durante varias semanas, unas atletas muy guapas y unos atletas muy elegantes se relevaron transportando las cartas a través de las seis repúblicas y las dos regiones autónomas del país, deteniéndose en cada ciudad por la que pasaban para recibir con alborozo más cartas jubilosas en las plazas de dichas ciudades, que solían llevar el nombre de Plaza del Mariscal Tito.
(...)
Ivan tenía la inspiración suficiente como para escribir la mejor carta de todas. (...) Lanzó una mirada de superioridad sobre el resto de la clase y se puso a escribir. Estaba seguro de que ganaría.
Nuestra Alteza el Presidente:
Santificado sea tu nombre, hágase tu voluntad así en el extranjero de fuera, como en nuestra casa de dentro, danos hoy nuestro pan de cada día y pelotas de fútbol de cuero.
Nuestra alteza, omnipotente, omnipresente y omnisciente Presidente, te queremos más allá de todo lo razonable. No hay palabras para expresar lo omnimaravilloso que eres. Nos sentimos honrados, como gusanos que somos, de que se nos permita arrastrarnos sobre la polvorienta senda del socialismo. Cuánto amamos pronunciar tu nombre sabiendo que hasta con tu dedo meñique, aunque incluso tu dedo meñique es grande, podrías aplastarnos y convertirnos en polvo igual que la sal deshace la nieve. Tú condujiste a los fuertes y valientes y heroicos partisanos contra aquellos desalmados robots paganos, los alemanes capitalistas, que incluso hoy descarrían a nuestro pueblo llevándolos a trabajar a sus fábricas. Tú nos has dado la más auténtica igualdad, derramando tu sangre en numerosas batallas, y siempre luchaste tan valerosamente contra las tropas alemanas que nunca consiguieron capturarte, de modo que ninguno de nosotros pereciera sino que pudiéramos todos vivir en un estado de gracia maravilloso, hermoso, encantador, sorprendente, asombroso, para cantar tus alabanzas por los siglos de los siglos o al menos mientras aguanten nuestras gargantas.
Muchas gracias. Gloria a ti, gloria por encima de todo raciocinio humano y divino.
¡Muerte al fascismo y libertad para el pueblo!
Tu camarada arrastrado por el polvo,
IVAN DOLINAR
Con aire triunfal, le entregó la carta a la maestra, que la leyó sin tardanza. La mujer se puso roja y gritó en voz alta:
—¡Ven aquí, granuja! ¡Cómo te atreves a escribir unas cosas tan ridículas! ¡Quién podría imaginar un cinismo así en un niño!
—Pues yo estoy seguro que es la mejor carta de toda la República Socialista de Croacia. Al presidente le gustará.
La maestra hizo pezados la carta y envió a Iván al rincón, donde le ordenó que se pusiera de rodillas sobre granos de maíz mientras los demás alumnos se ejercitaban en simplificar fracciones.
Josip Novakovich. El día de los inocentes (2004).