Gustave Courbet. Los jugadores de damas (1844). |
¿Sabes lo que me estaba diciendo a mí mismo aquí hace
unos momentos? Me decía que aun si perdiera la fe en la vida, en la mujer amada
y en el orden de las cosas, aun si me convenciera de que todo es un caos
maldito y, quizá, satánico, aunque me fulminaran todos los horrores de la
desilusión humana, a pesar de todo, desearía vivir, ¡puestos los labios en esta
copa ya no los quitaré hasta apurarla!
Fiódor Dostoyevski. Los hermanos Karamázov, libro quinto
(1880).
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