Hay por lo menos dos
formas de mostrar una erudición irritante: una, acumulando citas, y otra, no
haciendo ninguna. La segunda es abundante en los genios. Uno de los aspectos
más hirientes de los hombres geniales es su desprecio por las frases conocidas,
probablemente causado por una mera cuestión de competencia, ya que ellos mismos
son constructores de frases conocidas en el futuro. De este modo, los genios se
caracterizan por citarse insistentemente a sí mismos; con el pretexto de rehuir
el brillo de la erudición manifiesta, practican una de sus formas más odiosas:
la erudición de sí mismo, una como erudición con signo menos, concluyendo por
caer en una pedantería al revés.
Lo prudente es, pues,
emplear una dosis amistosa de citas. Y además, hablando con franqueza, ¿cómo
sería posible hoy escribir nada sin citar a Rilke, o a Kafka, o a Heidegger?
¿O, al menos, sin hacer uso de la palabra Weltanschauung?
Ernesto Sabato. Uno y el Universo (1945).
Ernesto Sabato. Uno y el Universo (1945).
Estoy de acuerdo con Sábato en este caso.
ResponderEliminarSaludos desde los patria de Sábato.
Yo creo que no podría dejar de citar a alguien al menos una vez por día. Para prueba este blog, que no es más que una colección de citas.
EliminarSaludos, Marta. :)