domingo, 31 de mayo de 2015

Dostoyevski: la confesión del acusado

Vasili Tropinin. Pícaro. Retrato del Príncipe Obolenski.
¡Sepan, señores, que me están martirizando! Permítanme, se los diré todo, qué le vamos a hacer; ahora ya les voy a confesar todo lo que hay de infernal en mí, pero será para avergonzarles a ustedes mismos, y se sorprenderán al ver hasta qué bajeza puede llegar la combinación de los sentimientos humanos.


Fiódor Dostoyevski. Los hermanos Karamázov, libro noveno (1880).

Dostoyevski: la acusación

Ferdinand Hodler. The Angry One.
   —Señor teniente retirado Karamázov, he de declararle que se le acusa de la muerte de su padre, Fiódor Pávlovich Karamázov, asesinado esta noche...
Añadió algunas otras palabras; también el vicefiscal dijo alguna cosa, al parecer; pero Mitia, aunque escuchaba, no les entendía. Los contemplaba a todos con una mirada salvaje...


Fiódor Dostoyevski. Los hermanos Karamázov, libro octavo (1880).

Dostoyevski: extremismo romántico

Alexandre Cabanel. Ofelia (1883).
Les diré que conocí a una joven, de la penúltima generación «romántica», la cual, después de varios años de enigmático amor por un señor con quien, dicho sea de paso, siempre se habría podido casar muy tranquilamente, acabó sin embargo inventándose un sinfín de obstáculos insuperables, y una noche de tempestad se arrojó por una alta orilla, parecida a un acantilado, a un río bastante profundo y rápido, en el que pereció decididamente a causa de sus propios antojos, tan solo para asemejarse a la Ofelia shakesperiana, hasta tal punto que si aquel acantilado, señalado y preferido por ella desde hacia mucho tiempo, no hubiera sido tan pintoresco y en su lugar hubiera habido una prosaica orilla baja, no se habría producido, quizá, el suicidio.


Fiódor Dostoyevski. Los hermanos Karamázov, libro primero (1880).

Dostoyevski: un intento de ruptura

Michael Sowa. Rabbit on a Train.
«Fuera todo el pasado, con su mundo, desde luego; que no quede de él ni huella ni recuerdo; adiós, para siempre; me voy hacia un mundo nuevo, hacia nuevos lugares, ¡sin mirar atrás!» Pero en vez del entusiasmo, penetraron de pronto en su alma tales tinieblas, y tanta tristeza en su corazón, como nunca había experimentado en toda su vida.»


Fiódor Dostoyevski. Los hermanos Karamázov, libro quinto (1880).

Dostoyevski: el deseo de vivir

Gustave Courbet. Los jugadores de damas (1844).
¿Sabes lo que me estaba diciendo a mí mismo aquí hace unos momentos? Me decía que aun si perdiera la fe en la vida, en la mujer amada y en el orden de las cosas, aun si me convenciera de que todo es un caos maldito y, quizá, satánico, aunque me fulminaran todos los horrores de la desilusión humana, a pesar de todo, desearía vivir, ¡puestos los labios en esta copa ya no los quitaré hasta apurarla!


Fiódor Dostoyevski. Los hermanos Karamázov, libro quinto (1880).

martes, 19 de mayo de 2015

Emil Cioran: la cruzada de los errores

Jan Matejko. Batalla de Grünwald, detalle (1878). 
   Vivir: especializarse en el error. Burlarse de las verdades indubitadas, no hacer caso de lo absoluto, tomar a broma la muerte y transformar lo infinito en azar. Solo se puede respirar en lo más hondo de la ilusión. El mero hecho de ser es tan grave que, comparado con él, Dios es pura bagatela.
   Armados por los accidentes de la vida, asolaremos las crueles certezas que nos acechan. Cargaremos contra ellas, embestiremos contra las verdades, atacaremos las luces que nos ciegan. Quiero vivir, y por todas partes salta el espíritu contra mí, defensor de las causas del no-ser.
   ... Así, fiel a sí mismo, blande el hombre la espada en la cruzada de los errores.


Emil Cioran. Breviario de los vencidos (1991).

sábado, 16 de mayo de 2015

Dostoyevski: el santo y la verdad

Mijaíl Nésterov. Venerable Sergius de Radonezh (1899).
«Aunque el pecado, la mentira y la tentación estén en nosotros, hay de todos modos en la tierra, en algún lugar, un santo, un ser superior; por lo menos en él se da la verdad, por lo menos él conoce la verdad; así, pues, la verdad no muere en la tierra y, por tanto, alguna vez se instalará entre nosotros e imperará en toda la tierra, como está prometido».


Fiódor Dostoyevski. Los hermanos Karamázov, libero primero (1880).

lunes, 11 de mayo de 2015

Dostoyevski: una convicción peculiar

Parmigianino. Retrato de un joven (siglo XVI).
Estaba convencido de que a él en todo el mundo no había ni habría nunca nadie que quisiera ofenderle, ni siquiera que pudiese ofenderle. Esto era para él un axioma, dado de una vez para siempre, sin razonamientos, y con esta idea seguía adelante sin ninguna vacilación.


Fiódor Dostoyevski. Los hermanos Karamázov, libro tercero (1880).

jueves, 7 de mayo de 2015

Dostoyevski: los viejos embusteros

Jacob Jordaens. As the Old Sang, so the young pipe (1640).
Los viejos embusteros, comediantes empedernidos toda la vida, a veces fingen hasta tal punto que verdaderamente tiemblan y lloran de emoción, si bien incluso en tal momento (o solo un segundo después) podrían susurrarse a sí mismos: «Estás mintiendo, viejo desvergonzado, incluso ahora estás haciendo el comediante a pesar de toda tu "santa" cólera y de tu "santo" minuto de ira».


Fiódor Dostoyevski. Los hermanos Karamázov, libro segundo (1880).