Léon Bonnat. Autorretrato (1855). |
A mi modo de ver, no hay que destruir nada, lo único que
hace falta es acabar en la humanidad con la idea de Dios, ¡es por ahí por donde
hay que poner manos a la obra! Es por ahí, por ahí, por donde hace falta
empezar, ¡oh, ciegos, que nada comprenden! Cuando la humanidad rechace a Dios (yo
creo que este período llegará de modo paralelo a como llegan los períodos
geológicos), sin necesidad de antropofagia se derrumbará por sí misma toda la
antigua ideología y, sobre todo, toda la antigua moral, todo se renovará. Los
seres humanos se unirán para exprimir de la vida cuando esta pueda dar, pero
solo para alcanzar la felicidad y la alegría en este mundo. El hombre se
encumbrará con un espíritu divino, con un orgullo titánico, y aparecerá el
hombre-dios. Venciendo a cada hora y ya sin límites a la naturaleza, el hombre,
gracias a su voluntad y a la ciencia, experimentará a cada hora un placer tan
excelso, que le sustituirá todas las anteriores esperanzas en los placeres
celestes. Cada uno sabrá que es mortal en cuerpo y alma, sin resurrección, y
aceptará la muerte orgullosa y tranquilamente, como un dios. Comprenderá por
orgullo que no tiene por qué murmurar que la vida es solo un instante y amará a
su prójimo sin necesidad de recompensa alguna. El amor satisfará solo el
instante de la vida, pero la simple conciencia de su brevedad hará más poderoso
su fuego, en tanta medida cuanto anteriormente se dispersaba en las esperanzas
del amor de ultratumba y sin fin.
Fiódor Dostoyevski. Los hermanos Karamázov, libro
undécimo (1880).
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