Henri Martin. El filósofo. |
¿Cuál es la duración de la vida del hombre? Un punto en
el espacio. ¿La sustancia? Variable. ¿Las sensaciones? Oscuras. ¿Qué es el
cuerpo? Futura putrefacción. ¿Su alma? Un torbellino. ¿Su destino? Enigma. ¿Su
reputación? Dudosa. En una palabra, todo lo que proviene de su cuerpo es como
el agua de un torrente, y lo que dimana de su alma, como un sueño, como el
humo. Su vida es un combate perpetuo, un destierro en suelo extranjero; su fama
después de la muerte, un olvido absoluto. ¿Qué es, pues, lo único que puede
guiarnos en este mundo? Una sola y única cosa: la filosofía. Esta consiste en
velar por el genio que reside en nuestro interior, de suerte que no reciba ni
afrenta ni heridas, que no se deje arrastrar por los placeres ni por los
dolores, que no haga nada a la ventura, que no emplee los embustes ni la
hipocresía, que no cuente nunca con lo que otro haga o deje de hacer, que
acepte todo lo que suceda o que le corresponda como procedente de su mismo
origen y, en fin, que aguarde la muerte con paciencia y no viendo en ella sino
la disolución de los elementos que constituyen el organismo de todo ser
viviente. Si estos elementos no sufren daño alguno al transformarse perpetuamente
de un estado a otro, ¿por qué ha de inspirar la muerte desconfianza y temor?
Todo se halla regido por la Naturaleza, luego no hay peligro alguno. Esto ha
sido escrito en Carnuta.
Marco Aurelio. Meditaciones, libro II, 17 (c. 178 d. C.).
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