Félix Vallotton. En el café (1909). |
—¿Cómo es que
sabes tanto? —le preguntaban, fascinadas por su explicación sobre el fracaso de
la campaña de Gallipoli en la Primera Guerra Mundial.
Entonces Andy
les contaba que había estado a punto de ser profesor de Historia, o de Física,
o de Geografía, o de Oceanografía, pero había cambiado de idea porque su mujer
le había dicho (cuando él tenía veintidós años y estaba a punto de licenciarse)
que nunca sería feliz como esposa de un profesor de instituto porque el salario
era muy bajo.
Esa triste
historia, contada en un tono varonil que le restaba importancia y carente de
todo rencor, hacía que las mujeres sintieran compasión extrema y despreciaran
en voz alta el egoísmo y la mezquindad de su propio género. Ellas eran
distintas, por supuesto. No había más que ver cómo hablaban de tú a tú con un
hombre, cómo él las escuchaba y parecía valorarlas como personas, no como meras
mujeres con las que acostarse. La máxima intimidad que Andy se permitía era un
roce en el codo al cruzar la calle o al entrar y salir del coche.
Patricia Highsmith. El buscador de emociones.
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