Zdislav Beksinski. Sin título. |
—Te lo ruego,
repíteme con exactitud lo que has prometido.
Jefté alzó la
vista. En verdad el sacerdote quería ayudarlo. ¿Y acaso no había ido hasta allí
buscando ayuda?
Pero todavía
mientras estaba pensando esto, se dijo que había dado un paso absurdo y en vano.
El trato que había cerrado con Yavé era claro y preciso. En eso no podía
ayudarlo el que un sacerdote tergiversara sus palabras.
En voz baja,
pero con dureza y sin esperanza, contestó:
—No quiero tu
compasión, sacerdote. No quiero que escarbes en mi promesa para aligerarme de
su peso. Eso es un asunto entre Yavé y yo. Yo mismo le ofrecí a Ja’ala, necio
de mí, y él no será tan estúpido como para renunciar a una posesión tan
valiosa. Quiere que le entregue a mi hija, carne de mi carne, sangre de mi
sangre. —Y entristecido, lleno de sarcástica desesperación, concluyó—: Al
parecer, necesita sangre. Todos los dioses necesitan sangre, ¿o no?
Lion Feuchtwanger. La hija de Jefté (1957).
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