Zdislav Beksinski. Sin título. |
He aquí mi sangre, he aquí mis cenizas. Y el fúnebre
titubeo de la mente.
El universo permanece, lecho para la escoria del
espíritu.
El sol ha encallado en su propia luz y en la ciénaga
celestial.
A los supervivientes se les han parado los ojos. El
asombro ya no les dilata las pupilas. Y es que nada se asombra ya en el
espacio.
Ya no hay vientos que levanten la polvareda de mi ser.
Las brisas se han helado sobre el cerebro de los mortales. Y los corazones
petrificados susurran codiciando el florido miedo de ser. ¿Dónde están los días
que inspiren el Error? En el mundo ya no yerra nada, ya nada es. Porque el
mundo se ha embalsamado con la Verdad. De tanto saber, el universo ha muerto de
anemia.
No hay ya gota alguna de sangre que nutra una germinación.
En la sangre se ha colado el Conocimiento.
... Asqueado por el desenlace general, el individuo dice
adiós muy buenas, y embarca sus cenizas hacia otro universo.
Emil Cioran. El breviario de los vencidos (1991).
No hay comentarios:
Publicar un comentario