martes, 31 de marzo de 2015

Sabato: Uno-Mismo

Francisco de Zurbarán. San Francisco (1660).
Uno se embarca hacia tierras lejanas, indaga la naturaleza, ansía el conocimiento de los hombres, inventa seres de ficción, busca a Dios. Después se comprende que el fantasma que se perseguía era Uno-Mismo.


Ernesto Sabato. Hombres y engranajes (1951).

miércoles, 25 de marzo de 2015

Patricia Highsmith: los casamientos

Jan Steen. Wedding of Tobias and Sarah (1667-1668).
Los casamientos deberían ser secretos, pensó Tom, tan privados como la noche de bodas… lo que no era decir mucho. Si en los casamientos la mente de todo el mundo estaba, a fin de cuentas, en la noche de bodas, ¿por qué el asunto era tan descaradamente público? Había algo bastante vulgar en eso.

Patricia Highsmith. La máscara de Ripley (1970).

viernes, 20 de marzo de 2015

Marco Aurelio: lo único que puede guiarnos

Henri Martin. El filósofo.
¿Cuál es la duración de la vida del hombre? Un punto en el espacio. ¿La sustancia? Variable. ¿Las sensaciones? Oscuras. ¿Qué es el cuerpo? Futura putrefacción. ¿Su alma? Un torbellino. ¿Su destino? Enigma. ¿Su reputación? Dudosa. En una palabra, todo lo que proviene de su cuerpo es como el agua de un torrente, y lo que dimana de su alma, como un sueño, como el humo. Su vida es un combate perpetuo, un destierro en suelo extranjero; su fama después de la muerte, un olvido absoluto. ¿Qué es, pues, lo único que puede guiarnos en este mundo? Una sola y única cosa: la filosofía. Esta consiste en velar por el genio que reside en nuestro interior, de suerte que no reciba ni afrenta ni heridas, que no se deje arrastrar por los placeres ni por los dolores, que no haga nada a la ventura, que no emplee los embustes ni la hipocresía, que no cuente nunca con lo que otro haga o deje de hacer, que acepte todo lo que suceda o que le corresponda como procedente de su mismo origen y, en fin, que aguarde la muerte con paciencia y no viendo en ella sino la disolución de los elementos que constituyen el organismo de todo ser viviente. Si estos elementos no sufren daño alguno al transformarse perpetuamente de un estado a otro, ¿por qué ha de inspirar la muerte desconfianza y temor? Todo se halla regido por la Naturaleza, luego no hay peligro alguno. Esto ha sido escrito en Carnuta.


Marco Aurelio. Meditaciones, libro II, 17 (c. 178 d. C.).

miércoles, 18 de marzo de 2015

Marco Aurelio: aprovechar el ocio

Iván Kramskói. Lectura (1863).
No te dejes embargar demasiado por los acontecimientos exteriores. Abandona esa vida febril de cuando en cuando y dedica tus momentos de ocio a instruirte en algo bueno. Procura evitar asimismo cualquier otro error. Es una locura trabajar toda la vida si nuestra imaginación y nuestros esfuerzos no tienden hacia un objeto determinado.


Marco Aurelio. Meditaciones, libro II, 7 (c. 178 d. C.).

viernes, 13 de marzo de 2015

Gore Vidal: los vagos misterios

Norman Rockwell. Freedom to Worship (1943).
   Me siento indiferente ante los misterios porque los encuentro vagos y llenos de injustificadas esperanzas. No deseo ser nada el próximo año o el próximo minuto o cuanto esta larga vida mía llegue a su fin. (No me parece ni la mitad de larga de lo que sería suficiente). Sin embargo, sospecho que la «nada» es mi destino. Si fuese de otro modo, ¿qué podría hacer? Creer, como el pobre Juliano, que uno se encuentra entre los elegidos porque concurrió a una ceremonia de nueve días, que cuesta alrededor de quince dracmas, sin contar los gastos extras, es caer en la misma tontería de la cual acusamos a los cristianos cuando censuramos su absurda exclusividad y lunática superstición.


Gore Vidal. Juliano el apóstata (1964).

jueves, 12 de marzo de 2015

Chéjov: nocivo a causa de la época

Lucian Freud. Man's Hed; Self-Portrait (1963).
Sirvo a una causa nociva, recibo un sueldo de una gente a la que engaño, no soy honrado. Pero en realidad no soy nadie, no soy más que una partícula de un mal social inevitable: todos los funcionarios de provincias son nocivos y cobran por no hacer nada... O sea que de mi deshonestidad no soy yo el culpable, sino la época... De haber nacido doscientos años más tarde, sería otro.


Antón Chéjov. El pabellón número 6 (1892).

martes, 10 de marzo de 2015

László Krasznahorkai: la furia inconsciente

Adriaen Brouwer. Campesinos luchando (c. 1633).
Pero nada satisfacía la furia inconsciente del sentirse engañado, de la angustia, de la triste iluminación, y como no encontrábamos el verdadero objeto de nuestro horror y de nuestra desesperación, destrozábamos con una cólera cada vez más desatada todo cuanto aparecía en nuestro camino;


László Krasznahorkai. Melancolía de la resistencia (1989).

viernes, 6 de marzo de 2015

Dostoyevski: el hombre nuevo

Zdislav Beksinski. Sin título.
(...) la vida es sufrimiento, la vida es terror y el hombre es desgraciado. Hoy el hombre ama la vida porque ama el sufrimiento y el terror. Así es. La vida se presenta hoy al hombre como sufrimiento y terror. Y eso es lo que lo engaña. Hoy el hombre no es todavía lo que será. Existirá un hombre nuevo, feliz y orgulloso. A éste le será indiferente vivir o no vivir, éste será el nuevo hombre. El que venza al sufrimiento y al terror será, él mismo, un Dios. Y el Dios de allá en lo alto dejará de ser.
               

Fiódor Dostoyevski. Los endemoniados (1872).

jueves, 5 de marzo de 2015

Borges: solo los individuos existen

Marc Chagall. The Smolensk Newspaper (1914).
   Sin hacerme caso, me aclaró que su libro cantaría la fraternidad de todos los hombres. El poeta de nuestro tiempo no puede dar la espalda a su época.
   Me quedé pensando y le pregunté si verdaderamente se sentía hermano de todos. Por ejemplo, de todos los empresarios de pompas fúnebres, de todos los carteros, de todos los buzos, de todos los que viven en la acera de los números pares, de todos los afónicos, etcétera. Me dijo que su libro se refería a la gran masa de los oprimidos y parias.
   —Tu masa de oprimidos y de parias —le contesté— no es más que una abstracción. Solo los individuos existen, si es que existe alguien. El hombre de ayer no es el hombre de hoy sentenció algún griego. Nosotros dos, en este banco de Ginebra o de Cambridge, somos tal vez la prueba.


Jorge Luis Borges. El otro (1975).