jueves, 19 de febrero de 2015

Nietzsche: la enseñanza de la máquina

Martiros Saryan. Mountainous march of armenian units (1933).

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   La enseñanza de la máquina.—La máquina constituye un ejemplo del engranaje de las multitudes humanas, en las que los actos de cada individuo no cumplen más que una determinada función. Representa el modelo de organización de los partidos y de la táctica militar en caso de guerra, mientras que, por el contrario, no dice nada de la soberanía del individuo. Convierte a la multitud en una gran máquina y a cada individuo en un instrumento utilizable para un único fin. Su efecto más general es mostrar la utilidad de la centralización.


Friedrich Nietzsche. El caminante y su sombra (1880).

lunes, 16 de febrero de 2015

Roland Barthes: el gusto de escribir

Pablo Picasso. Retrato de Josep Cardona (1899).
Con frecuencia, me he preguntado por qué me gusta escribir (a mano, se entiende), a tal punto que, en muchas ocasiones, el placer de tener frente a mí (cual banco de carpintero) una bella hoja de papel y una buena pluma compensa, a mis ojos, el esfuerzo a menudo ingrato del trabajo intelectual: mientras reflexiono en lo que he de escribir (eso es lo que ahora ocurre), siento cómo mi mano actúa, gira, liga, se zambulle, se levanta y, muchas veces, por el juego de las correcciones, tacha o hace estallar la línea, y ensancha el espacio hasta el margen, construyendo así, a partir de trazos menudos y aparentemente funcionales (las letras), un espacio que es sencillamente el del arte: soy artista, no porque figuro con un objeto, sino, más fundadamente, porque, en la escritura, mi cuerpo goza al trazar, al hender rítmicamente una superficie virgen (siendo lo virgen lo infinitamente posible).


Roland Barthes. Escribir (1976). 

sábado, 14 de febrero de 2015

Libro de Job: el árbol y el hombre

Ferdinand Georg Waldmüller. Baum am Bach (1831).
Cuando se corta un árbol,
queda aún la esperanza de que retoñe
y de que jamás le falten renuevos.
Aunque ya esté vieja la raíz
y el tronco se esté pudriendo en el suelo,
al sentir la frescura del agua, reverdecerá;
echará ramas como una planta tierna.
En cambio, el hombre muere sin remedio;
y al morir, ¿a dónde va?


Libro de Job, 14.7-10, (siglos VII - IV a. C.).

jueves, 12 de febrero de 2015

Gilgamesh: la muerte en todas partes

Gustave Courbet. The Desperate Man (1843-1845).
¿Seguir el curso de mi vida? ¡Cómo podría ser capaz! Me fue robado el camino de vuelta a casa, la muerte sigue presente en todas partes. Allí donde mire al amanecer, se encontrará la muerte; allí donde mire al atardecer, se encontrará la muerte; cada palacio, hogar y templo son ya presas de la muerte. ¿Cómo podrá ser pleno mi corazón en este mundo?

Poema de Gilgamesh. Tablilla V.

martes, 10 de febrero de 2015

Gilgamesh: la oferta de Istar

Giovanni Boldini. Nude Woman reclining on Yellow Cushions.
La gloriosa Istar levantó un ojo ante la belleza de Gilgamesh:
«¡Ven, Gilgamesh, sé tú (mi) amante! Concédeme tu fruto. Serás mi marido y yo seré tu mujer. Enjaezaré para ti un carro de lapislázuli y oro, cuyas ruedas son áureas y cuyas astas son de bronce. Tendrás demonios de la tempestad que uncir a fuer de mulas poderosas. En la fragancia de los cedros entrarás en nuestra casa. Cuando en nuestra casa entres, ¡el umbral (y) el tablado besarán tus pies! ¡Se humillarán ante ti reyes, señores y príncipes! El producto de colinas y de llano te ofrecerán por tributo. Tus cabras engendrarán crías triples, tus ovejas gemelos, tu asno en la carga sobrepujará a tu mula. Los corceles de tu carro serán famosos por su carrera, [¡tu buey] bajo el yugo no tendrá rival!»


Poema de Gilgamesh. Tablilla III, versión babilónica antigua.

lunes, 9 de febrero de 2015

Gilgamesh: el destino del hombre

Nikolái Roerich. Viajero de la ciudad resplandeciente (1933).
¿Adónde vas, Gilgamesh? La vida que tú buscas nunca la encontrarás. Cuando los dioses crearon a los humanos destinaron la muerte para ellos, guardando la vida para sí mismos. Tú, Gilgamesh, llénate el vientre, goza de día y de noche. Celebra cada día una alegre fiesta, danza y juega día y noche. Ponte vestidos flamantes, lava tu cabeza y báñate. Atiende al niño que te toma de la mano y alégrate. Deléitate abrazando a tu esposa. Pues este es el destino del hombre.


Poema de Gilgamesh. Tablilla X, versión babilónica antigua.

Gilgamesh: luz y oscuridad

Albert Bierstadt. Ciervo en el crepúsculo.
«Después de andar [y] errar por la estepa, ¿descansará mi cabeza en el corazón de la tierra para dormir a través de todos los años? ¡Deja que mis ojos contemplen el sol, a fin de que me sacie de luz! La oscuridad se retira cuando hay luz suficiente. ¡Ojalá el que esté en verdad muerto vea aún el resplandor del sol!»


Poema de Gilgamesh. Tablilla X, versión babilónica antigua.

jueves, 5 de febrero de 2015

Chéjov: la inmortalidad

Edgar Degas. Amigos en el teatro (1879).
—¿Y usted no cree en la inmortalidad? —pregunta de repente el jefe de Correos.
—No, estimado Mijaíl Averiánych, no creo, ni tengo razones para creer.
—He de confesarle que yo también albergo mis dudas. Aunque, por otro lado, tengo la sensación de que nunca fuera a morir. A veces pienso: «¡Eh, viejo carcamal, ya es hora de morirse!». Pero en mi alma una vocecita me dice: «¡No te lo creas, no morirás!»


Antón Chéjov. El pabellón número 6 (1892).

lunes, 2 de febrero de 2015

László Krasznahorkai: el caos y la resignación

John Atkinson Grimshaw. In Peril. The Harbour Flare (1879).
(...) el orden de las costumbres había quedado en entredicho, el caos se expandía sin freno y destruía los hábitos diarios, el futuro era pérfidamente oscuro, el pasado, imposible de recordar, y el funcionamiento de la vida cotidiana se había vuelto hasta tal punto imprevisible que solo se podía reaccionar con resignación, pues incluso era concebible que ya no se abriera ninguna puerta y que el trigo creciera hacia el interior de la tierra.

László Krasznahorkai. Melancolía de la resistencia (1989).