domingo, 15 de junio de 2014

Dostoyevski: solo el imbécil triunfa

Léon Bakst. Retrato de Alexandre Benois (1898).
   No he conseguido nada, ni siquiera ser un malvado; no he conseguido ser guapo, ni perverso; ni un canalla, ni un héroe..., ni siquiera un mísero insecto. Y ahora termino mi existencia en mi rincón, donde trato lamentablemente de consolarme (aunque sin éxito) diciéndome que un hombre inteligente no consigue nunca llegar a ser nada y que solo el imbécil triunfa. Sí, señores, el hombre del siglo XIX tiene el deber de estar esencialmente despojado de carácter; está moralmente obligado a ello. El hombre de carácter, el hombre de acción, es un ser de espíritu mediocre. Tal es el convencimiento que he adquirido en mis cuarenta años de existencia.


Fiódor Dostoyevski. Memorias del subsuelo (1864).

martes, 10 de junio de 2014

Lion Feuchtwanger: una terrible promesa

Zdislav Beksinski. Sin título.
   —Te lo ruego, repíteme con exactitud lo que has prometido.
   Jefté alzó la vista. En verdad el sacerdote quería ayudarlo. ¿Y acaso no había ido hasta allí buscando ayuda?
   Pero todavía mientras estaba pensando esto, se dijo que había dado un paso absurdo y en vano. El trato que había cerrado con Yavé era claro y preciso. En eso no podía ayudarlo el que un sacerdote tergiversara sus palabras.
   En voz baja, pero con dureza y sin esperanza, contestó:
   —No quiero tu compasión, sacerdote. No quiero que escarbes en mi promesa para aligerarme de su peso. Eso es un asunto entre Yavé y yo. Yo mismo le ofrecí a Ja’ala, necio de mí, y él no será tan estúpido como para renunciar a una posesión tan valiosa. Quiere que le entregue a mi hija, carne de mi carne, sangre de mi sangre. —Y entristecido, lleno de sarcástica desesperación, concluyó—: Al parecer, necesita sangre. Todos los dioses necesitan sangre, ¿o no?


Lion Feuchtwanger. La hija de Jefté (1957).