lunes, 25 de noviembre de 2013

Sabato: la cobardía

Yoshitoshi Tsukioka. El general Akashi Gidayu a punto de suicidarse (circa 1890).
 COBARDÍA.

   Esa típica cobardía de los japoneses, que, temerosos de un mundo imperfecto y propicio a la deshonra, se lanzan a la muerte para asegurarse una confortable eternidad.

Ernesto Sabato. Uno y el Universo (1945).

Sabato: las citas

Iván Kramskói. Retrato del filósofo Vladímir Soloviov (1885).
CITAS.
   Hay por lo menos dos formas de mostrar una erudición irritante: una, acumulando citas, y otra, no haciendo ninguna. La segunda es abundante en los genios. Uno de los aspectos más hirientes de los hombres geniales es su desprecio por las frases conocidas, probablemente causado por una mera cuestión de competencia, ya que ellos mismos son constructores de frases conocidas en el futuro. De este modo, los genios se caracterizan por citarse insistentemente a sí mismos; con el pretexto de rehuir el brillo de la erudición manifiesta, practican una de sus formas más odiosas: la erudición de sí mismo, una como erudición con signo menos, concluyendo por caer en una pedantería al revés.
   Lo prudente es, pues, emplear una dosis amistosa de citas. Y además, hablando con franqueza, ¿cómo sería posible hoy escribir nada sin citar a Rilke, o a Kafka, o a Heidegger? ¿O, al menos, sin hacer uso de la palabra Weltanschauung? 

Ernesto Sabato. Uno y el Universo (1945).

Sabato: el análisis científico

Gerrit Dou. El médico (1653).
   El universo que nos rodea es el universo de los colores, sonidos, y olores; todo eso desaparece frente a los aparatos del científico, como una formidable fantasmagoría.
            El Poeta nos dice:

            El aire el huerto orea
            y ofrece mil olores al sentido;
            los árboles menea
            con un manso ruido
            que del oro y del cetro pone olvido.
  
   Pero el análisis científico es deprimente: como los hombres que ingresan en una penitenciaría, las sensaciones se convierten en números. El verde de aquellos árboles que el aire menea ocupa una zona del espectro alrededor de las 5000 unidades Angström; el manso ruido es captado por micrófonos y descompuesto en un conjunto de ondas caracterizadas cada una por un número; en cuanto al olvido del oro y del cetro, queda fuera de la jurisdicción del científico, porque no es susceptible de convertirse en matemática. El mundo de la ciencia ignora los valores: un geómetra que rechazara el teorema de Pitágoras por considerarlo perverso tendría más probabilidades de ser internado en un manicomio que de ser escuchado en un congreso de matemáticos.

Ernesto Sabato. Uno y el Universo (1945).

domingo, 3 de noviembre de 2013

Fitz James O'Brien: desconfianza

Balthus. Muchacha en la ventana (1957).
   —Elsie —le dije una noche mientras estaba sentada, de acuerdo a su costumbre, mirando hacia el oeste, como aquellas doncellas de las antiguas historias de caballería que esperan por el caballero que nunca llegará—; Elsie, ¿qué es lo que te pasa, cariño? Te he notado muy melancólica desde hace un tiempo. Dime qué sucede.
   Ella se volvió rápidamente y me miró con los ojos abiertos y el rostro lleno de miedo.  
   —¿Por qué me lo preguntas, Mark? —me respondió—. No tengo nada que contarte.
   Por la manera extraña y sobresaltada en la que me respondió, me convencí de que sí tenía algo que contar e inmediatamente tomé la determinación de descubrirlo.
   Me sentí herido al pensar que la mujer a quien amaba más que a nadie en el mundo no podía confiarme un secreto insignificante.


Fitz James O’Brien. El tentador de mi esposa.