sábado, 8 de diciembre de 2012

Chéjov: el amor como una necesidad baja

Vasili Tropinin. Retrato de A. I. Baryshnikov (1829).

   —Pero ella no se ha venido contigo a la fuerza —objetó Pekarski a Orlov—. Tú mismo lo has querido.
   —¡Vamos, hombre! No solo no lo he querido, sino que ni siquiera imaginaba que esto pudiera suceder alguna vez. Siempre que ella me hablaba de venirse a vivir conmigo, yo lo tomaba como una broma más o menos graciosa.
    Todos rompieron a reír.
   —Yo no podía quererlo —prosiguió Orlov, como si le obligasen a justificar sus actos—. No soy un personaje de Turguéniev, y si alguna vez se me ocurre ir a liberar Bulgaria no necesitaré mujeres para ello. Considero el amor, ante todo, como una necesidad de mi organismo, necesidad baja y contraria a mi espíritu. Hay que satisfacer esa necesidad con juicio o bien renunciar totalmente a ella, pues de lo contrario introducirá en tu vida elementos tan impuros como ella misma. Para que constituya un placer y no un tormento, procuro hacerla bella y adornarla con un sinnúmero de ilusiones. Nunca voy con una mujer sin estar seguro de que es guapa y atractiva y sin hallarme de humor para ello. Solo en tales condiciones logramos engañarnos el uno al otro y creer que nos amamos y que somos felices. ¿Puedo, acaso, desear cacerolas de cobre, o una melena greñuda, o que alguien me vea desaseado o de mal humor? Zinaída Fiódorovna, en su inefable sencillez, quiere hacerme amar lo que he odiado y rehuido toda mi vida. Quiere que mi vivienda huela a cocina y a platos; ansía mudarse de casa ruidosamente, pasearse en coche propio, contar mis prendas interiores, cuidar de mi salud, entrometerse a cada instante en mi vida privada y seguir cada uno de mis pasos, asegurando, al mismo tiempo, con toda sinceridad, que sigo conservando mi libertad y mis costumbres. Está convencida de que pronto realizaremos, como dos recién casados, un viaje; es decir, quiere hallarse siempre conmigo, en el tren o en el hotel; pero a mí, cuando voy de viaje, me agrada leer y no puedo sufrir la conversación de nadie.

Antón Chéjov. Relato de un desconocido (1893).

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Creo que más que misoginia lo que el personaje experimenta es una sensación de invasión de su antaño inviolable espacio íntimo. Su amante ocasional quiere ahora llevar una vida de pareja y él no sabe cómo decirle que esa pretensión le resulta incómoda.

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  2. Típico de algunos hombres, no pueden vivir sin las mujeres pero les horroriza el compromiso. Luego, cuando se deciden a dar el paso, se dan cuenta que no era tan horrible, pero mientras llegan a esa conclusión primero han hecho sufrir a la otra parte.
    La pintura ya sabes que me gusta. Ese caballero junto al árbol bien representa a Orlov, el personaje de esta novela. Muy acertada.


    Un beso =)

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    1. Eso es cierto, sin embargo también comprendo a Orlov. Su situación como personaje me resulta amena.

      Un beso.

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