miércoles, 31 de octubre de 2012

Gao Xingjian: la búsqueda del lenguaje total

Remedios Varo. El relojero (1955).

¿Cómo encontrar, por último, un lenguaje puro y cristalino, musical, inmarcesible, más elevado que la melodía, más allá de los límites establecidos por la morfología y la sintaxis, sin distinción entre el objeto y el sujeto, que trascienda a las personas, se desembarace de la lógica, en constante desarrollo, que no recurra ni a las imágenes, ni a las metáforas, ni a las asociaciones de ideas, ni a los símbolos? Un lenguaje que pudiera expresar enteramente los sufrimientos de la vida y el temor a la muerte, las penas y las alegrías, la soledad y el consuelo, la perplejidad y la espera,  la vacilación y la determinación, la debilidad y el valor, los celos y el remordimiento, la calma, la impaciencia y la confianza en uno mismo, la generosidad y el tormento, la bondad y el odio, la piedad y el desánimo, la indiferencia y la paz, la villanía y la maldad, la nobleza y la crueldad, la ferocidad y la bondad, el entusiasmo y la frialdad, la impasibilidad, la sinceridad y la indecencia, la vanidad y la codicia, el desdén y el respeto, la jactancia y la duda, la modestia y el orgullo, la obstinación y la indignación, la aflicción y la vergüenza, la duda y el asombro, y la lasitud y la decrepitud y el intento perpetuo de comprender y no menos perpetuo de no comprender y la impotencia de no lograrlo.

Gao Xingjian. La montaña del alma (1990).

lunes, 29 de octubre de 2012

Cervantes: requiebros inentendibles

Gustave Doré. Ilustración de Don Quijote (1863).
(...) y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura, para comprar libros de caballerías en que leer; y así llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y de todos ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva: porque la claridad de su prosa, y aquellas intrincadas razones suyas, le parecían de perlas; y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafío, donde en muchas partes hallaba escrito: la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura, y también cuando leía: los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas se fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza. Con estas y semejantes razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas, y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara, ni las entendiera el mismo Aristóteles, si resucitara para sólo ello.

Miguel de Cervantes. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1605).

sábado, 27 de octubre de 2012

Cortázar: el verdadero absurdo

Remedios Varo. Robo de sustancia (1955).
    —Y esas crisis que la mayoría de la gente considera como escandalosas, como absurdas, yo personalmente tengo la impresión de que sirven para mostrar el verdadero absurdo, el de un mundo ordenado y en calma, con una pieza donde diversos tipos toman café a las dos de la mañana, sin que realmente nada de eso tenga el menor sentido como no sea el hedónico, lo bien que estamos al lado de esta estufita que tira tan meritoriamente. Los milagros nunca me han parecido absurdos; lo absurdo es lo que los precede y lo que los sigue.

Julio Cortázar. Rayuela (1963).

miércoles, 24 de octubre de 2012

Augusto Monterroso: una cadena de sueños

Wojciech Siudmak. Metamorfosis
Era una vez una Cucaracha llamada Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha llamada Franz Kafka que soñaba que era un escritor que escribía acerca de un empleado llamado Gregorio Samsa que soñaba que era una Cucaracha.

Augusto Monterroso. La cucaracha soñadora (1969).

sábado, 20 de octubre de 2012

Borges: el fin del inmortal

James McNeill Whistler. Harmony in Blue and Silver: Trouville (1865).

   Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras. No es extraño que el tiempo haya confundido las que alguna vez me representaron con las que fueron símbolos de la suerte de quien me acompañó tantos siglos. Yo he sido Homero; en breve, seré Nadie, como Ulises; en breve, seré todos: estaré muerto.

Jorge Luis Borges. El inmortal (1949).

viernes, 19 de octubre de 2012

Gianni Rodari: casarse es del mundo de los cuentos

Federico Zandomeneghi. La niña del pelo rojo.

   Recuerdo el diálogo con una niña de tres años, que me preguntaba: —Y luego, ¿qué haré?
   —Luego, irás a la escuela.
   —Y, ¿luego?
   —Luego a otra escuela, para aprender más cosas.
   —Y, ¿más adelante?
   —Te volverás grande, te casarás…
   —Eh, no…
   —¿Por qué?
   —Porque yo no soy del mundo de los cuentos, soy del mundo de las cosas verdaderas.
   “Casarse” era para ella un verbo de los cuentos, el verbo final, el destino de las princesas y sus príncipes en un mundo que no era el suyo.

Gianni Rodari. Gramática de la fantasía (1973). 

domingo, 14 de octubre de 2012

Nietzsche: la luz y la noche

José Cuneo. Luna y azotea.

  Es de noche: hablan ahora más fuertes todos los manantiales saltarines. Y mi alma también es un manantial saltarín.
   Es de noche: despiertan ahora por vez primera todas las canciones de los amantes. Y mi alma también es la canción de un amante.
   Algo insaciado, insaciable, hay en mí que quiere hacerse sonoro. Un deseo de amor hay en mí que también habla el lenguaje del amor.
   Yo soy la luz: ¡ojalá fuera noche! Pero ésta es mi soledad, estar rodeado de luz.
   ¡Ojalá fuera sombrío y nocturno! ¡Cómo habría de sorber en los pechos de la luz!
   ¡E incluso a vosotros quiero aún bendeciros, a vosotros pequeñas estrellas centelleantes y gusanos luminosos de ahí arriba! —y ser dichoso, por supuesto, por vuestros regalos de luz.

Friedrich Nietzsche. La canción de la noche en Así habló Zaratustra (1883-1885).

miércoles, 10 de octubre de 2012

Lope de Vega: el escepticismo por la imprenta

Henri Matisse. Naturaleza muerta con libros y vela (1890).



BARRILDO
        Después que vemos tanto libro impreso,
        no hay nadie que de sabio no presuma.

LEONELO
        Antes que ignoran más siento por eso,
        por no se reducir a breve suma;
        porque la confusión, con el exceso,        
        los intentos resuelve en vana espuma;
        y aquel que de leer tiene más uso,
        de ver letreros sólo está confuso.  
        No niego yo que de imprimir el arte
        mil ingenios sacó de entre la jerga,       
        y que parece que en sagrada parte
        sus obras guarda y contra el tiempo alberga;
        éste las distribuye y las reparte.
        Débese esta invención a Gutemberga,
        un famoso tudesco de Maguncia,               
        en quien la fama su valor renuncia.
        Mas muchos que opinión tuvieron grave
        por imprimir sus obras la perdieron;
        tras esto, con el nombre del que sabe
        muchos sus ignorancias imprimieron.     
        Otros, en quien la baja envidia cabe,
        sus locos desatinos escribieron,
        y con nombre de aquél que aborrecían
        impresos por el mundo los envían.

BARRILDO
        No soy de esa opinión.

LEONELO
        El ignorante        
        es justo que se vengue del letrado.

BARRILDO
        Leonelo, la impresión es importante.

LEONELO
        Sin ella muchos siglos se han pasado,
        y no vemos que en éste se levante
        un Jerónimo santo, un Agustino.

BARRILDO
        Dejadlo y asentaos, que estáis mohino.


Lope de Vega. Fuenteovejuna (1618).

sábado, 6 de octubre de 2012

Vargas Llosa: toda novela es una mentira

Remedios Varo. El juglar.

Quizás, amigo novelista en ciernes, sea éste el momento oportuno para hablar de una peligrosa noción aplicada a la literatura: la autenticidad. ¿Qué es ser un escritor auténtico? Lo cierto es que la ficción es, por definición, una impostura —una realidad que no es y sin embargo finge serlo— y toda novela es una mentira que se hace pasar por verdad. 

Mario Vargas Llosa. Cartas a un joven novelista (1997).