miércoles, 13 de junio de 2012

Patricia Highsmith: perfil de un hombre

Pedro Pablo Rubens. Retrato de un hombre joven.
   Theodore Wolfgang Schiebelhut tenía treinta y tres años, era alto y delgado, especialmente alto comparado con el mexicano promedio. Llevaba el cabello, rubio y con mechones castaños, bien corto a los lados de la cabeza y más bien poblado en lo alto, sin raya. Se mantenía en forma, sonreía con facilidad, y había una ligereza en su andar y en sus maneras que le otorgaba un aire de juventud y alegría, incluso cuando estaba deprimido. La mayoría de la gente lo consideraba alegre, a pesar de que todas sus ideas conscientes eran las de un pesimista. Gentil por naturaleza y educación, ocultaba sus depresiones a todo el mundo. Sus estados de animo no solían tener una causa que él o alguien más pudiesen descubrir, de modo que no se sentía con derecho a mostrarlos en el sistema social de las cosas. Pensaba que el mundo no tenía ningún sentido, ninguna finalidad excepto la nada, y que todos los logros del hombre eran perecederos, bromas cósmicas, como el hombre mismo. Dado que creía en esto, necesariamente pensaba que uno debía sacarle el máximo partido a lo que tenía, un pequeño plazo, una pequeña vida; tratar de ser lo más feliz posible y hacer felices a los otros si era posible. Theodore se consideraba tan feliz como era lógico que alguien lo fuera en una época en que las bombas y la aniquilación pendían sobre las cabezas de todos, aunque la palabra "lógico" lo perturbaba en ese contexto. ¿Podía uno ser lógicamente feliz? ¿Acaso había algo que fuese lógico en ello?

Patricia Highsmith. Un juego para los vivos (1958).

2 comentarios:

  1. No sé lógico, pero sí se puede ser sencillamente feliz.

    Saludos

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    1. Eso es cierto. Muchas veces la lógica no comulga con la felicidad.

      Saludos. :)

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