jueves, 9 de febrero de 2012

Maurois: las incógnitas de una mujer (II)

Pierre-Auguste Renoir. Le Moulin de la Galette.
Felipe mostraba aquellos días una alegría animada que le conocí antaño conmigo. El espectáculo de su placer me hacía daño. Sobre todo, sufría viéndole interesarse por tantas mujeres distintas. Me parece que hubiera tolerado mejor una pasión única, irresistible. Eso hubiese sido terrible, sin duda, y mucho más peligroso para mi hogar, pero al menos tendría la misma grandeza que mi amor. Lo más penoso era ver a mi héroe conceder tanta importancia a seres amables, acaso, pero a los que yo encontraba bastante mediocres. Un día me atreví a decirle:
—Querido Felipe, quisiera comprenderte. ¿Qué placer encuentras en tratar a la pequeña Yvona Prévost?... No es tu amante, me lo dices y te creo, pero entonces ¿qué representa para ti?... ¿La encuentras inteligente?... A mí, más que otra cosa, me aburre.
—¿Yvona?... ¡Oh, no, no es fastidiosa!... Es necesario hablarle de lo que entiende. Es hija y mujer de marinos; conoce muy bien los barcos, el mar. La primavera última, pasé algunos días en el Midi, con ella y su marido. Nadamos y marchamos a la vela; era muy entretenido... Luego, es alegre, está bien formada, gusta mirarla... ¿qué más quieres?...
—¿Para ti?... Mucho más... Entiéndeme, querido, te hallo digno de las mujeres más notables y te veo aficionado a las pequeñas criaturas lindas, pero banales.
—¡Qué injusta y qué severa eres!... Elena y Francisca, por ejemplo, son dos mujeres notables. Y, además, son muy viejas amigas mías. Antes de la guerra, cuando estuve tan enfermo, Elena se portó admirablemente. Fue a cuidarme y acaso me salvó... ¡Eres muy extraña, Isabel!... ¿Qué es lo que deseas?... ¿Qué me pelee con la humanidad entera, para permanecer sólo contigo?... Me aburriría al cabo de dos días... y tú también.
—¡Oh, yo no!... Yo estoy dispuesta a encerrarme contigo en una prisión para siempre. Eres tú quien no podría soportarlo.
—Ni tú tampoco, mi pobre Isabel; tú deseas eso porque no lo tienes; pero si te hiciera llevar tal vida, te horrorizarías de ella.
—Pruébalo, querido, ya verás. Escucha: Navidad se acerca; vámonos juntos, solos... ¡me gustaría tanto!... Sabes que para mí no hubo viaje de bodas.
—¿Por qué no?... Encantado... ¿Adónde quieres que vayamos?
—¡Ah!... Me es igual, sea donde sea, el caso es estar contigo.
Acordamos ir a pasar algunos días a la montaña, e inmediatamente escribí a Saint-Moritz para reservar habitaciones.
La idea de este viaje fue suficiente para hacerme feliz pero Felipe seguía estando sombrío.

André Maurois. Climas de amor (1929).

2 comentarios:

  1. Pobre Isabel, tan incomprendida. Le toca saber que Felipe amo a muchas otras, y especialmente a Odila,que anda fresco por la vida, entre deleites, sin amarla especialmente a ella.
    Y es que Isabel lo anhela, para su exclusividad, y Felipe, ya no está en esa época, se da cuenta muy bien, que encerrarse en una relación es nocivo, se ha pasado el tiempo de su encantamiento.
    Lástima que ella, por su parte, lo tenga tan idealizado.
    "Lo más penoso era ver a mi héroe conceder tanta importancia a seres amables, acaso, pero a los que yo encontraba bastante mediocres"
    "...¿Qué más quieres?. -¿Para ti?...Mucho más. Entiéndeme, querido, te hallo digno de las mujeres más notables y te veo aficionado a las pequeñas criaturas lindas, pero banales."
    Ella lo amó, creyendo en un amor excelso, él sin embargo, le tenía un amor serio, pero acaso sin brillo. Sin aquella inmortalidad fulgurante que a ella le encantaba.
    Estaban desencajados, Isabel mereció ser la primera esposa de Felipe.
    Quizá este Mercenat, tan callado, no era un paladín al cual tenerle amor platónico, pero así es la vida. Cada uno escribe y vive su fábula.
    Tal vez ella, fue infinitamente superior a la desenfadada y juvenil Odila de la juventud de Felipe. Tiene el mérito de ser "más que amable y banal", ¡qué difícil es admitir que el hombre que amas, merece estar con una mujer mejor que una misma!, y estar entre la ceguera de individuos que se pierden en parques con flores fragantes que pronto marchitan.

    ResponderEliminar
  2. Sin duda Isabel tiene en su haber la fidelidad absoluta y la dedicación al amado. Odila era más egoísta y caprichosa, pero fue ella quien llegó antes al corazón de Felipe. Por eso, a pesar del fracaso de su amor con Odila -su divorcio-, Felipe aún la añora, incluso después de muerta la sigue añorando. Isabel se da cuenta que tiene un fuerte y casi invencible rival en el fantasma de Odila.

    ResponderEliminar