sábado, 4 de febrero de 2012

Atxaga: cuando una mujer esconde su rostro

Mauricio Rugendas. Tapada limeña.
   Sí, me cubrí el rostro con esta tupida red el día en que se me quemaron las manos. La gente sentía piedad por mí. Sentía piedad, sobre todo, porque pensaba que también mi cara había resultado quemada; y yo estaba segura de que el secreto me hacía superior a todos ellos, de que así burlaba su morbosidad.
  Sabían que yo era una mujer hermosa y que doce hombres me enviaban flores cada día.
   Uno de esos hombres se quemó la cara pensando que así ambos estaríamos en las mismas condiciones, en idéntica y dolorosa situación. Me escribió una carta diciéndome: ahora somos iguales, toma mi actitud como una prueba de amor.
  Lloré amargamente durante muchas noches. Lloré por mi orgullo y por la humildad de mi amante; pensé que, en justa correspondencia, yo debía hacer lo mismo que él: quemarme la cara.
   Si dejé de hacerlo no fue por el sufrimiento físico ni por ningún otro temor, sino porque comprendí que una relación amorosa que empezara con esa fuerza habría de tener, necesariamente, una continuación mucho más prosaica. Por otro lado, no podía permitir que él conociera mi secreto, hubiera sido demasiado cruel. Por eso he ido esta noche a su casa. También él se cubría con un velo. Le he ofrecido mis pechos y nos hemos amado en silencio; era feliz cuando le clavé este cuchillo en el corazón. Y ahora sólo me queda llorar por mi mala suerte.

Bernardo Atxaga. Para escribir un cuento en cinco minutos en Obabakoak (1988).

2 comentarios:

  1. ¡Qué mujer tan maldita! Para empezar, ¿por qué se cubrió el rostro si solo se quemó las manos? ¿Por qué no cortó los rumores cuando todo el mundo pensaba que tenía el rostro quemado? Seguro se complacía en la pena que otros sentían por ella. ¿Y ese pobre imbécil? ¿De verdad existen personas tan entregadas que incluso están dispuestas a quemarse el rostro para sentirse más cercano a la persona amada? Todo en este fragmento me parece tan absurdo.. Contemplas el relato como espectador y todo el tiempo tienes ganas de intervenir para qué no sucedan las cosas como en realidad sucedieron. "era feliz cuando le clavé este cuchillo en el corazón" ¿Cómo que era feliz? ¡Pero si lo has matado! ¡Qué feliz, ni qué narices! =P

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    1. Este microrrelato me encanta, es uno de mis favoritos. Si te das cuenta, todo transcurre con rapidez y el final es inesperado. Ambas son características propias de un buen microrrelato. Para lograr esos efectos contundentes, muchas veces los escritores recurren a personajes que sufren algún tipo de patología. Este es el caso. xD

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